¿Y si dejaras de criticar y empezaras a influir de verdad?
Criticar te alivia, pero rara vez cambia algo. ¿Vale la pena?
Dale Carnegie lo decía claro en su libro más subrayado:
“La crítica es inútil porque pone a la persona a la defensiva.”
Y aún así, seguimos usándola como si fuera una herramienta mágica para cambiar comportamientos.
Spoiler: no lo es.
Criticar solo alimenta tu ego.
Es un desahogo emocional.
Pero el cambio, el de verdad, no viene de ahí.
Como creativos, vivimos rodeados de decisiones ajenas que nos parecen absurdas.
Clientes que no entienden el briefing.
Colaboradores que entregan tarde.
Usuarios que no aprecian el diseño.
Y nuestra reacción por defecto es criticar.
Pero eso no te convierte en líder.
Te convierte en comentarista.
Y tú no estás aquí para comentar. Estás para construir.
La crítica directa genera distancia.
La influencia verdadera crea movimiento.
La clave está en cómo abordas el error.
¿Señalas el fallo con el dedo o preguntas por el contexto?
¿Atacas la decisión o intentas entenderla?
¿Te frustras o lideras?
La próxima vez que algo no te guste, prueba esto:
No critiques.
Haz una pregunta.
Interésate.
Encuentra el porqué detrás del error.
Ahí es donde empieza la influencia.
Ahí es donde realmente te ganas a la gente.
Y sí, te costará al principio. Porque tu instinto quiere soltar la pulla, la ironía, el comentario ácido.
Pero si quieres que te escuchen, no puedes ir repartiendo bofetadas verbales.
Esto no va de ser blando.
Va de ser estratégico.
Los grandes líderes no gritan. Influyen.
No señalan. Redirigen.
No humillan. Inspiran.
Si te estás comiendo un marrón y no sabes cómo liderarlo…
Si tienes alguna duda, reflexión o simplemente quieres charlar de esto…
Respóndeme a este email. Te leo.